El sábado 2 de abril fue el primer día que pudimos entrar en Bucha, a las afueras de Kiev, después de la retirada rusa. El domingo día 3 fuimos de nuevo a Bucha. Era por la mañana y las calles estaban totalmente vacías. Seguía habiendo cadáveres en las calles y estuvimos haciendo fotografías. Hacía frío. Nevaba. Las imágenes del día anterior ya estaban circulando por todo el mundo. Con el paso de las horas, aumentaban las preguntas y escaseaban las respuestas. Las preguntas que yo me hacía allí, en Bucha, tenían que ver con cada pequeña historia de esta masacre, con lo que se escondía detrás de cada cadáver. Y también con los mecanismos de poder alrededor de este episodio infame: cómo se gestó, cuál fue su desarrollo, cómo fue la retirada del Ejército ruso. Porque este es uno de esos momentos de la Historia que, como periodista y ser humano, te superan.
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