Por un momento pensó que estaba loca. Nadie se atrevería a manosearle el culo en el lugar más sagrado del islam. Calló y siguió caminando. La tradición establece que en la peregrinación a La Meca los musulmanes deben dar siete vueltas a la Kaaba —el edificio sagrado construido por Abraham e Ismael, hacia donde rezan los fieles cinco veces al día—, por lo que tuvo tiempo suficiente para comprobar que no se equivocaba: alguien la estaba tocando. Aunque se apartó, los dedos de ese hombre volvían al mismo sitio una y otra vez. El calor asqueroso de una mano sobre su cuerpo es el recuerdo más vívido que guarda de ese día en el que, todavía adolescente, decidió callar por miedo a ser juzgada.
Han pasado 36 años y Mona Eltahawy —pelo rojo brillante, falda de colores y anillos y pulseras que muestra cuando, con…
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