—¿Por qué no quieres acoger refugiados? —le pregunto a Petar Tos, un economista rural de la Cámara Nacional de Agricultura que trabaja en la zona de Ásotthalom, un pueblo en la frontera entre Hungría y Serbia.
—¿A ti te gustaría vivir en una habitación con 1.000 o 1.200 cucarachas?
Al ver mi cara de sorpresa, rectifica ligeramente.
—Bueno, quizá no es la mejor comparación. Pero qué quieres que le haga, soy un hombre conservador.