“Han llamado al teléfono del restaurante para preguntar si tenemos mascotas en el menú. En mi país nadie come eso”, dice Keket, chef haitiana y dueña del restaurante Bon Gout Caribbean, que llegó a Springfield en 2019. Lo dice bajando la mirada, entre temerosa y ofendida. “Desde el debate mi clientela se ha esfumado. Hace poco el local se llenaba durante los desayunos y las comidas”, cuenta, encogiéndose de hombros sentada en una de las mesas del establecimiento vacío.
Del debate presidencial de septiembre casi solo se recuerda una cosa: un bulo. La noticia falsa sobre la comunidad haitiana fue una cuchillada inmoral dada desde el podio más alto del poder republicano, y en un momento de máxima audiencia televisiva. “En Springfield se están comiendo a los perros y a los gatos de la gente, a sus mascotas”, exclamó el expresidente Donald Trump. Su contrincante, la demócrata Kamala Harris, se rio y lo ridiculizó, pero las mentiras tienen alas y la falacia no tardó en despertar el miedo y el odio racial en esa pequeña ciudad del medio oeste estadounidense.
“Parte de mis clientes habituales haitianos se han marchado de la ciudad, y los que siguen aquí no vienen por si hay problemas. Los no haitianos ya ni se acercan. Si las cosas siguen así tendré que cerrar. Tengo miedo, por la calle hay gente que nos mira mal. Lo peor es que mi hija también sufre las consecuencias, sobre todo en la escuela. Tengo miedo”, dice la chef Keket. Y no es la única en Springfield.
Contenido solo para socios/as
Otra forma de ver el mundo es posible. Si te haces ahora socio/a, tendrás acceso ilimitado a la web, y recibirás cada año nuestra revista en papel con más de 250 páginas y un libro de la colección Voces.
Suscríbete ahora