Son siempre veteranos, de esos que renunciaron hace tiempo a intentar entender cómo es posible que se puedan leer las noticias en el móvil. Forman corros silenciosos cada mañana frente a los quioscos de Argel: cabello gris bajo viseras de fieltro, y miradas fijas en las portadas de periódicos que aún huelen y manchan las manos. “Revolución, temporada 2”, apuntala El Watan, una de las cabeceras más críticas con el Gobierno. Antes de que nadie se atreva a romper el silencio con algún pronóstico, la lluvia ya ha dispersado al grupo en la céntrica Avenida Mourad Dadach.
Un lunes como hoy, la protesta solo es visible en pequeños rescoldos. Además de esos concurridos quioscos, muchos maniquíes en las tiendas de ropa lucen una bufanda con la bandera argelina, pero apenas nada más apunta a una revolución “en curso”, como dicen algunos. Los argelinos cruzan la…
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