La Nicaragua de 1986 fue la primera cobertura internacional de Javier Bauluz como fotoperiodista. Entonces era un país en guerra, con la Contra nicaragüense financiada por Estados Unidos intentando acabar con el gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional que había derrocado al dictador Somoza en 1979; y, al mismo tiempo, “en ebullición, con ilusión y esperanza en la revolución”, dice Bauluz.
Ahora, más de tres décadas después, el fotoperiodista ha capturado las protestas que se desencadenaron a partir del 18 de abril contra el Gobierno de Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo, y la represión que desde entonces ha dejado más de 80 muertos y 800 heridos, además de desaparecidos, detenidos y torturados.
“Esto es la rebelión de los nietos del sandinismo, principalmente de los jóvenes que han mamado esos ideales de justicia y libertad. Se los han tomado en serio. Tanto, que están arriesgando sus vidas para recuperar la libertad y la democracia”, dice. Si en 1986 la guerra era contra un enemigo considerado externo, la Contra, “ahora es una rebelión pacífica y cívica por parte de la población: cada día ha ido sumándose más gente”.
En esta selección de imágenes comentadas, Bauluz recorre algunos momentos de este movimiento que ya ha cambiado Nicaragua.
Las mujeres participan, codo a codo, junto a sus compañeros en las calles y barricadas, y han recuperado las mismas canciones, los mismos eslóganes, las mismas ideas del sandinismo original. “Que vivan los estudiantes” es una canción popular que ahora utilizan junto al famoso “Ay, Nicaragua, Nicaragüita” del histórico cantante sandinista Carlos Mejía Godoy, quien también reniega del orteguismo y que, ahora, ha compuesto varias canciones en homenaje a los jóvenes de Abril.
Uno de los carteles de detrás en la imagen se refiere a la UPOLI, la Universidad Politécnica de Nicaragua. Es la única en la que los estudiantes siguen resistiendo atrincherados desde el principio, apoyados por la población cercana. El resto de las universidades fueron tomadas a plomo por la Policía y los paramilitares orteguistas, aunque la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua también está ocupada. En la UPOLI siguen muriendo jóvenes en frecuentes ataques nocturnos.
Esta es otra de las escenas que ya son habituales: la destrucción de símbolos y propaganda de la pareja presidencial, que hasta ahora era absolutamente intocable. El joven de la fotografía intenta arrancar uno de los carteles en los que el presidente y su esposa anuncian energía limpia utilizando una foto de ellos mismos. La familia Ortega Murillo tiene muchos negocios. Como dato: los hijos Ortega Murillo tienen cuatro o cinco canales de televisión. Y no es solo que supongan un gran negocio, sino que permiten el control y la manipulación de la información. Los escasos medios independientes como Confidencial, La Prensa y 100% Noticias siguen haciendo periodismo, a pesar del acoso.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha publicado un informe preliminar sobre la situación en Nicaragua que habla de violaciones de torturas y desapariciones: ni las televisiones ni los medios oficialistas han hablado de esto.
Esta fotografía muestra a jóvenes durante una protesta en la que han cortado una calle. Cada cuatro minutos se retiran para dejar pasar la circulación y no fastidiar a la gente. Luego se vuelven a colocar, después se retiran de nuevo: son cortes escalonados. De este modo los que transitan no están parados eternamente y sus mensajes llegan a más gente.
Esta escena recoge el momento en que se quedan en mitad de los dos carriles y dejan que corra el tráfico. Las manifestaciones y los “tranques”, cortes de carreteras, son continuos por todo el país desde el 19 de abril.
Estos jóvenes sostienen lo que ahí llaman morteros: es la versión popular nica de los lanzadores (de cohetes) de los mineros y trabajadores del naval asturianos. Sirven sobre todo como forma de defensa para impedir que la policía o los paramilitares se acerquen demasiado, para mantenerlos a una cierta distancia. Los construyen ellos mismos con un tubo, otros dos más pequeños para sujetarlo y poco más. No disparan proyectiles mortales, pero muy de cerca pueden hacer daño: utilizan una especie de papel de estraza con pólvora dentro y una mecha.
Esta es una de las primeras manifestaciones masivas que hubo en Managua contra el Gobierno. Teóricamente era una peregrinación convocada por la Iglesia católica, pero se sumaron miles de no católicos y ateos. Se convirtió en una muestra de la cantidad de gente que está a favor del movimiento que iniciaron los estudiantes contra la represión.
El respetado obispo Silvio José Báez, la versión 2.0 del asesinado obispo salvadoreño Monseñor Romero , ha llegado a usar su histórico grito “¡Cese la represión!” en los peores momentos de la masacre. Su defensa de los estudiantes ha resonado desde su cuenta de Twitter.
El factor religioso en Nicaragua es muy importante, lo cual ha sido usado por el presidente y sobre todo su esposa, que habla continuamente de Dios y la Virgen en sus largos discursos diarios como vicepresidenta. El lema oficial de su Gobierno es “Nicaragua, cristiana, socialista y solidaria”.
Esta es la comitiva fúnebre de Kevin Dávila, de 23 años. Recibió un balazo de la policía en la cabeza el 21 de abril, y falleció quince días más tarde en el hospital. Se dirigían al cementerio. Es en un barrio muy pobre. En Nicaragua he visto en muchos barrios la misma pobreza que hace treinta años, y por otra parte hay centros comerciales gigantescos, multinacionales y un gran movimiento de dinero en pocas manos. Es un contraste absoluto, que choca con la etiqueta de socialistas de los Ortega Murillo.
Esta imagen es de otro entierro: el de Nelson Téllez, de 34 años. Le pegaron un balazo en el pecho. Tenía cuatro hijos. Dos de ellos son la niña y el chaval que aparecen llorando sobre el féretro. Para mí era muy importante poder documentar el dolor que producen estas muertes. No es lo mismo ver cifras y nombres que ver la cara de esta cría, la del chaval y del resto de la familia alrededor. Muchos de los fallecidos fueron enterrados prácticamente en la clandestinidad, con amenazas para que desistieran de hacer cualquier tipo de denuncia.
Esta es una de esas protestas diarias en rotondas estratégicas de la ciudad. No interrumpen el tráfico, al revés: la gente pasa y se suma con sus banderas y sus coches.
Hay una parte de la revolución que se está haciendo gracias al uso de las redes sociales, que están siendo claves en la comunicación y organización. Quienes las usan son en su mayoría gente joven, que está en las manifestaciones y que luego lo comunica a padres, madres, abuelas. Así que la información llega, bajo el hashtag #SosNicaragua, pese a lo que digan los medios oficialistas. En este rebelión también está activo el movimiento campesino que, con el fuerte liderazgo de Francisca Ramírez, lleva luchando de manera organizada desde hace años.
La estructura de metal que este grupo de jóvenes intenta echar abajo es uno de los oficialmente llamados “árboles de la vida”. Para la población que protesta, en realidad son los árboles de la muerte. Se han convertido en uno de los símbolos de poder de la pareja presidencial. Fueron instalados por orden de la vicepresidenta Murillo, y costaron más de 20.000 euros cada uno. Están por todo Managua, son unos 120. La población está tirándolos: hasta ahora han derribado veintiocho, y van a por todos. Este fue uno de los primeros que derribaron. Tardaron unas cuatro horas con una sierra metálica y tirando de la cuerda. Ahora echar abajo uno de estos árboles les lleva unos 40 minutos.
Lo fascinante es lo que sucede después de derribarlo: cientos de personas saltan locas de alegría, van corriendo a saltar entusiasmadas encima del árbol caído.
Esto es uno de los muchos monumentos improvisados de homenaje que han levantado en distintas partes del país con retratos de los asesinados, cruces y otros objetos. Muchos son destruidos por la noche por los orteguistas, pero los manifestantes los vuelven a levantar al día siguiente. No hay organización ni partidos políticos detrás de este movimiento cívico y espontáneo, me recuerda al 15-M en versión nica. De hecho, se llaman a sí mismos los “autoconvocados”. Es gente que se está organizando y aprendiendo sobre la marcha, y resiste la sangrienta represión con una determinación y valor que impresionan.
Esta foto la tomé en una de las cientos de protestas que se producen continuamente en el país. Quería reflejar esa otra parte que no es el dolor o la resistencia: las escenas de amor de todo tipo, en esta ocasión de un padre con su hijo, que se dan en las manifestaciones. También fui testigo de momentos de consuelo a abuelas y madres de asesinados por parte de jóvenes desconocidos que lloraban abrazados a ellas.
En todas las ciudades hay protestas diarias, y por las noches ataques de paramilitares y policías, con numerosos muertos y heridos. Pero la gente sigue resistiendo.
Esta es la versión actualizada de uno de los eslóganes preferidos del sandinismo: “¡Que se rinda tu madre!”. Fue la frase con la que el guerrillero y poeta sandinista Leonel Rugama contestó a la guardia de Somoza cuando le pedían la rendición. Ni él ni sus compañeros claudicaron, y acabaron matándolos a todos.
Esta pintada está en un tejado de la UPOLI, haciendo de barricada y protección para defenderse de los continuos ataques de los paramilitares y la policía.