Todo empezó hace un año.
El 28 de octubre de 2016 un joven vendedor de pescado perdió la vida en la ciudad de Alhucemas, aplastado por el mecanismo triturador de un camión de basura. Se había lanzado a su interior para tratar de impedir que arrojaran al camión la mercancía que las autoridades, tras un rifirrafe en el centro de la ciudad, le habían requisado. La muerte de Mohcine Fikri, de 31 años, fue el detonante que desencadenó una revuelta que sigue viva —aunque contenida— doce meses, dos muertos y cerca de cuatrocientos detenidos después.
Detrás de este movimiento popular se encuentra un profundo malestar por el abandono que, según sus habitantes, sufre desde la época de Hasán II (el padre del actual rey) e incluso antes la región del Rif, en la franja montañosa que recorre Marruecos de este a oeste. En su mayoría bereber, la población rifeña denuncia que la zona carece de infraestructuras y servicios básicos, no tiene hospitales con equipamientos especializados y padece un elevado índice de desempleo.
Nos adentramos en el hirak, el movimiento popular del Rif, un año después de su inicio a través de diez imágenes del fotoperiodista José Colón y los comentarios de la reportera Sonia Moreno. “Es una población joven, sin trabajo. Y tiene una sensación de olvido y humillación por parte de la monarquía”, explica la periodista.
1) Gases lacrimógenos
En la imagen se ve la mezquita de Moroviejo, un barrio de Alhucemas donde hubo numerosas redadas y detenciones el pasado 20 de julio. Aquel día tuvo lugar una gran manifestación que fue duramente reprimida por las autoridades con gases lacrimógenos. La protesta había sido convocada por el hirak en una fecha significativa para la zona: dos días más tarde, el 22 de julio, era el aniversario de la batalla de Annual, en la que los rifeños infligieron una dura derrota a las tropas españolas en 1921.
En la manifestación del 20 de julio perdió la vida un activista, Imad El Attabi, que resultó golpeado en la sien con un bote de gas lacrimógeno. El Attabi está considerado el primer mártir de las actuales revueltas.
2) Abandono y marginación
El barrio Román, en la imagen, es uno de los distritos de Alhucemas más abandonados por las instituciones marroquíes. Los niños no son ajenos a las protestas del Rif. Los ancianos, aquellos que vivieron las revueltas y represión de 1958 y 1959 (que también denunciaban la marginalización de la región y fueron duramente sofocadas por las autoridades), consideran que los pequeños van a quedar marcados para el futuro por la situación que se vive actualmente. Es muy triste verlos: algunos ancianos rompen a llorar en las entrevistas, dicen que la represión de los levantamientos es algo reiterado en el tiempo.
Entre las peticiones que hace la población está la de retirar el decreto real que considera Alhucemas como zona militarizada desde la época del protectorado español. Ha habido hasta 25.000 militares desplegados en la provincia, y hay dos campamentos con diferentes cuerpos de seguridad: antidisturbios, policía, militares…
3) Cultura bereber
Esta manifestación tuvo lugar en Alhucemas el 26 de junio, el último día de Ramadán. No había muchos periodistas cubriéndola. Las fuerzas de seguridad pegaron a menores, entraron en parques infantiles, intimidaron a las madres… Hubo bastante violencia. Ha habido casos en los que, al no haber reporteros, la represión ha sido mayor.
Los tres dedos en alto representan la letra aza, la más conocida del alfabeto tifinagh (que transcribe las lenguas bereberes) y que aparece como emblema en la bandera tricolor del pueblo amazigh (bereber). En el Rif los bereberes reivindican también su cultura, su diferencia, aunque sin pedir la independencia. Con los tres dedos en alto, los manifestantes desafían a los políticos, con los que rechazan sentarse. El Partido Autenticidad y Modernidad (PAM), cercano a Mohamed VI, pretendió negociar con ellos en al menos dos ocasiones, pero el movimiento se negó.
4) Mujeres en las calles
Las mujeres también están presentes. En esta imagen, un grupo de jóvenes grita consignas durante una manifestación en el barrio de Sidi Abid, en Alhucemas, el pasado junio. Entre los detenidos en las revueltas ha habido hasta el momento una mujer, Silya, de 24 años. Tenía problemas de salud y el rey la indultó, después de que ella solicitara el perdón real.
En el Rif hay una cultura bastante machista. Las mujeres —como en el resto de Marruecos— no pueden, en principio, salir por las noches, salvo en Ramadán. Durante las manifestaciones en la época de Ramadán sí que había bastantes mujeres, aunque iban agrupadas entre ellas. Muchas eran esposas, madres o hermanas de los presos e incluso llegaron a hacer manifestaciones por su cuenta.
Muchos de los detenidos por las revueltas están en Casablanca y Rabat, así que sus familiares se tienen que desplazar constantemente desde Alhucemas para verlos. En la ciudad solo permanecen aquellos detenidos con penas menores.
5) Las redes sociales
La foto es del funeral de Omar Aamracha, el padre de uno de los líderes encarcelados del hirak, Mortada Iamrachen. Tuvo lugar en Ajdir, cerca de Alhucemas, y asistieron cientos de personas. La salud de Aamracha se había deteriorado seriamente tras la detención de su hijo en el marco de la ley antiterrorista. Tras su muerte, hubo muchos llamamientos en redes sociales para que se permitiera asistir al detenido al funeral de su padre. Finalmente le concedieron el permiso.
Las redes sociales juegan un papel muy importante en el hirak: el movimiento, de hecho, se formó a través de ellas. Todas las convocatorias de manifestaciones se hacen por las redes, y también allí se difunden avisos de redadas, cierres de lugares, etcétera. Sirven como un lugar de denuncia y de contacto con la prensa, sobre todo redes como Facebook. Se han creado incluso coordinadoras de grupos a nivel europeo.
6) La voz del ‘hirak’
En la imagen aparece Ahmed Zefzafi, de 75 años y padre del activista encarcelado Nasser Zefzafi, considerado el líder del movimiento hirak en Alhucemas. Con 39 años y a la espera de juicio en prisión en Casablanca, Nasser se ha convertido en el rostro y la voz viva del movimiento popular.
El día que entrevisté al padre, hacía cerca de una semana que habían detenido a su hijo. Había una tristeza terrible en la casa, en un barrio obrero de la época del protectorado español. Era una vivienda muy sencilla, cuadrada, como una chabola. Ahmed Zefzafi es un hombre muy culto, habla español perfectamente. Trabajaba como contable en una oenegé y está jubilado desde hace algunos años. La escasa pensión de su padre (menos de 130 euros al mes) tras 40 años trabajando era uno de los argumentos que esgrimía el hijo para denunciar la precariedad social en el Rif. Cada semana, Ahmed y su esposa viajan en autobús durante nueve horas para ir a ver a su hijo a prisión.
La casa estaba llena de imágenes de Nasser, pero también de Abd el-Krim, líder histórico de la lucha contra el colonialismo español y francés en el Rif. Para Ahmed Zefzafi, Abd el-Krim es el “verdadero y único” líder espiritual del Rif.
7) Detenciones
En la imagen aparece la familia de El Hannoudi El Habid, un taxista de 50 años que está entre los más de 400 detenidos en las protestas del Rif. Las detenciones comenzaron en el mes de mayo; el momento álgido fue el día antes del comienzo del Ramadán.
Hay dos tipos de detenciones. Unas son por secundar manifestaciones y protestas: estos arrestados están siendo juzgados poco a poco, y reciben penas que rondan entre seis meses y un año y medio. Otras son las de los cabecillas arrestados, la cúpula del hirak. Estos están en Casablanca y aún no han sido juzgados. Tienen una serie de acusaciones más graves, como atentar contra la seguridad del Estado (un delito equiparable en Marruecos a terrorismo) o recibir financiación ilegal.
En este año de protestas hay un antes y un después: al principio todas las reivindicaciones eran de tipo social. Más tarde empezaron a reclamar la liberación de los detenidos del hirak. Hasta el pasado mayo eran de corte social; a partir de entonces, cuando comenzaron los arrestos, se unió gran parte de la sociedad y empezaron a apoyarles desde otras partes de Marruecos.
8) Plaza de los mártires
Esta es una de las manifestaciones que se convocaron después de que empezara la represión policial, en mayo, tras las primeras detenciones. Hasta entonces las autoridades controlaban las protestas, pero no había represión violenta. Ninguna manifestación está autorizada, nunca les han concedido permiso para marchar.
La imagen está tomada en junio en el barrio de Sidi Abid: aquí los manifestantes se reúnen en la llamada Plaza de los Caños. Primero lo hacían en la que ya se conoce como la plaza de los mártires o del pueblo, en el centro de la ciudad. Actualmente, este lugar sigue custodiado por vehículos antidisturbios. Las protestas son ahora más improvisadas, hay una represión y control mayor. A los activistas, por ejemplo, les llegan notificaciones policiales puntuales para que se presenten en comisaría.
9) Violencia e indultos
Esta imagen es del 20 de julio en Alhucemas. Los manifestantes se defendieron con piedras ante la Policía durante una manifestación, después de que los agentes cargaran contra mujeres y niños con gases lacrimógenos.
Parte de los cerca de 600 abogados que defienden a los presos rifeños se han atrevido a denunciar que los detenidos sufren torturas en la comisaría de Alhucemas, antes de ser trasladados a la cárcel local o a la Brigada Nacional de la Policía Judicial en Casablanca.
Algunos de los vejados ya pueden hablar por sí mismos, están en libertad: Mohamed VI indultó a 40 presos del hirak con motivo del XVIII aniversario de su subida al trono, el pasado 30 de julio.
10) La punta del iceberg
En el Rif hay un fuerte sentimiento de injusticia: las últimas revueltas son solo la punta del iceberg, el malestar viene de más atrás. Ya en 2011, durante la Primavera Árabe, cinco chicos murieron calcinados en Alhucemas en un cajero automático en el que se habían escondido durante una manifestación, en circunstancias poco claras. Los responsables nunca fueron juzgados. Hechos como este hacen que se incremente la frustración social. En la imagen, un activista en una protesta el 16 de junio, en la que la Policía utilizó gases lacrimógenos para disolver la manifestación.