Alimentada por la afluencia de turistas, la actividad de los manteros se hace más visible cada verano en las aceras de las grandes ciudades de España: cientos de vendedores ambulantes, procedentes de países como Senegal, Mali o Guinea, despliegan sus mantas para ofrecer gafas de sol, bolsos con logos falsos de grandes marcas, camisetas.
Con las mantas se despliega también el debate sobre su presencia en las calles, su trabajo, su impacto en el comercio local. Pero a menudo queda fuera de foco lo que ocurre cuando estas personas concluyen su jornada y recogen sus mantas: dónde viven, cómo se organizan, qué hacían en sus países antes de emprender la incierta aventura hacia Europa.
El fotógrafo Àngel García ha explorado durante años la vida de los manteros en Barcelona. Su proyecto The Blanket (“La manta”) arrancó en 2013 a raíz del desalojo de una gran planta industrial en la ciudad condal, un suceso que le puso en contacto con el mundo de estos vendedores ambulantes. Durante los años siguientes documentó el día a día de esta comunidad: sus desafíos y su lucha por adquirir derechos, desde la creación de su propio sindicato en 2015 hasta el intento de lanzar el año pasado una marca de ropa propia.
El trabajo de García captura redadas, arrestos, incautación de mercancías, manifestaciones y protestas. Pero también va más allá de su actividad en el espacio público, en la calle, y nos adentra en el entorno, más desconocido, de su vida privada.
No hay una estadística oficial sobre el número de manteros en Barcelona. Uno de los portavoces del Sindicato de Vendedores Ambulantes de Barcelona, Aziz Faye, los sitúa en unos 400, entre ellos un grupo de unos 250 senegaleses que vive en la ciudad desde hace entre siete y diez años. En los meses más turísticos, afirma, el número crece con aquellos que llegan de zonas de alrededor de Barcelona. El Ayuntamiento ha puesto en marcha este verano un plan que combina presión policial con iniciativas para la integración, aunque desde el sindicato insisten en que la solución pasa por habilitar un espacio para que los manteros puedan vender sus productos de forma legal. Esta selección de imágenes comentadas por García se fija en lo que hay detrás de la manta: la vida de vendedores ambulantes lejos de las aceras.
Barcelona, noviembre de 2016
La comunidad más numerosa entre los manteros es la de Senegal. Los que venden productos como los de esta foto —souvenirs para turistas— proceden generalmente de Pakistán: trabajan con llaveros, imanes y otros pequeños objetos. También hay algunos de Mali, Costa de Marfil o Guinea. Se dedican sobre todo a la venta de camisetas, zapatillas deportivas o bolsos.
La gran mayoría tenía sus trabajos en su país de origen: se dedicaban a pescar, a tejer o a otros oficios. Muchos hablan tres o cuatro idiomas. Es gente con conocimientos. Creían que en Europa tenían mayores posibilidades de éxito económico que en Senegal.
Las Ramblas, octubre de 2016
Esta foto la saqué durante una de las miles de noches de guardia que pasé con los manteros. Aquí se refleja la relación del turista con el vendedor: es la única imagen incluida en este proyecto donde se ve la relación vendedor-cliente. En este trabajo no me interesa mostrar lo evidente, lo que ya vemos del día a día. Quise enseñar una pequeña ventana de ese momento en que el vendedor le ofrece camisetas del Barça al turista. El margen de ganancia de los manteros es muy pequeño. Pasan muchas horas en la calle, pero sus ingresos diarios pueden rondar desde cero hasta 15 o 20 euros si tienen suerte.
Puerto de Barcelona, julio de 2016
Esta es un momento captado en una explanada en la zona portuaria de Barcelona en el verano de 2016. Era un lugar muy bueno para vender porque por allí pasaban muchos turistas. A las nueve y media de la noche acababa el turno de la policía portuaria, que trabajaba respaldada por los Mossos d’Esquadra, la policía catalana. Entonces se abría una especie de barrera policial y los vendedores, que habían estado esperando a esa apertura, salían a la carrera para colocarse en los mejores sitios. Era una especie de pacto tácito que les permitía vender unas horas. Hacia medianoche recogían sus mantas y se marchaban para tomar el metro y regresar a sus casas. Muchos de ellos viven fuera de Barcelona, en lugares como Sant Adrià del Besós.
Descanso, Barcelona, diciembre de 2015
La presión de la Guardia Urbana es constante. Esta foto recoge un momento de descanso de los manteros en el barrio Gótico de Barcelona. Cuando la Guardia Urbana les detectaba en Las Ramblas iban a esta plaza, a poca distancia. Allí descansaban un poco. Normalmente llevan una gran carga a cuestas: la manta con los productos puede pesar entre diez y quince kilos. La llevan todo el tiempo de un lado a otro, y eso a veces les deja secuelas físicas.
El metro como refugio, Barcelona, marzo de 2016
En esta fotografía aparece Lamine Sarr, uno de los portavoces del Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes de Barcelona. Lamine estaba preparando su manta en una parada de metro antes de subir a la calle para intentar vender zapatillas deportivas en Las Ramblas. Es una de las zonas más turísticas de Barcelona, pero también donde había mayor presencia policial para impedir las ventas. Actualmente no hay manteros allí, se han movido a otras áreas. Las paradas de metro son para los manteros una especie de refugio. Si venía la Guardia Urbana y los detectaba, bajaban al metro: en principio, los agentes evitan actuaciones allí por el riesgo que supone para el usuario en los arcenes. Por eso, para los vendedores ambulantes son un punto en el que se sienten relativamente seguros.
Las Ramblas, octubre de 2016
Esta imagen recoge el momento de una gran redada lanzada en octubre de 2016 por la Guardia Urbana contra los manteros. Los vendedores bajaron rápidamente por la boca de metro más cercana para evitar que les confiscaran el material.
La diferencia entre quienes venden llaveros u otros objetos tipo souvenir y quienes venden bolsos o zapatillas deportivas es el riesgo que acarrea vender un objeto falsificado: una cosa es la venta ambulante, y otra que te acusen de un delito contra la propiedad industrial. Cuando venden un producto falsificado, tienen un poco más de margen de ganancia, pero el riesgo es mayor.
En esa misma redada se vivieron algunos momentos de caos cuando los vendedores que bajaban al metro se cruzaron con los turistas que intentaban salir; se creó una especie de tapón.
Arrestos, Barcelona, mayo de 2016
La foto muestra el momento en que se llevan a dos vendedores ambulantes para ser identificados por la policía, en el marco de una gran operación en la zona portuaria. Una vez identificados, o bien van al Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) o bien son puestos en libertad, en función de los eventuales cargos y su gravedad. Los delitos que se les imputan suelen ser el de ocupar la vía pública por venta ambulante o el de atentar contra la propiedad industrial. En el CIE pueden estar un máximo de 60 días. Si en ese periodo hay un vuelo de deportación, en ocasiones se les devuelve a su país. En caso contrario, si su expediente no se ha resuelto en esos dos meses, quedan de nuevo en libertad. Para ellos, estas identificaciones y detenciones les suponen ir sumando cargos y manchando su expediente. Esto les afecta a la hora de intentar conseguir sus papeles u obtener la nacionalidad: es el pez que se muerde la cola. Cuando intentan regularizar su situación, al tener antecedentes, son rechazados.
Redada, Sant Adrià del Besós, febrero de 2016
Esta es una redada en uno de los pisos donde viven vendedores ambulantes en Sant Adrià del Besós, en las afueras de Barcelona. Tenían material que fue incautado. En ocasiones se habla de “operaciones” contra las mafias de prendas falsificadas, pero en las que yo he visto no había una gran organización detrás. Muchos productos —zapatillas, bolsos— los compran en el polígono industrial de Badalona, donde están las naves chinas de mercancía al por mayor. Esas compras son legales, tienen todos los recibos. Pero también compran logos falsificados de marcas: esa es la parte ilegal. Las camisetas provienen a menudo de Marruecos: entran por vía terrestre o son enviadas por correo postal.
Barcelona, septiembre de 2016
Esta es la vivienda de Lamine Sarr, uno de los portavoces del sindicato. La comparte con otros colegas también vendedores. La vida en comunidad es uno de los pilares fundamentales para la auto-organización de este colectivo. El compañerismo y la convivencia son su sustento emocional. Exportan aquí el modus vivendi que tenían en sus países de origen. En este piso vivían cinco personas que se dedicaban a la venta ambulante. El flujo de entradas y salidas de gente con mantas hizo que alguien llamara la atención a los Mossos d’Esquadra, que decidieron intervenir. Encontraron las mercancías en el piso y Lamine y sus compañeros fueron arrestados. Tuvieron que hacer frente a la acusación de organización criminal y mafiosa. Pasaron varios días en prisión antes de ser puestos en libertad con cargos.
Sant Adrià del Besós, abril de 2016
En esta imagen, uno de los compañeros de Daouda Dieye, otro portavoz del sindicato de vendedores ambulantes, está preparando té para sus compañeros después de una comida en el piso que comparten en Sant Adrià del Besós. Mantener un ambiente familiar es especialmente importante para ellos. Se reparten las tareas, comparten comida… Siempre tienen un plato de arroz, maafe —pollo, cordero o ternera en salsa de verduras y cacahuetes—, ceebu jen —pescado marinado— o un simple bocadillo para ofrecer. El té, como en tantas culturas, es esencial: una vehículo para estar juntos y conversar. El trabajo y la casa, la cara pública y privada, son totalmente diferentes. En el entorno laboral se advierte su tensión y seriedad. Su medio. Cuando están en su hogar, están mucho más relajados; ríen, disfrutan.
Yahya, primo de Daouda, dormía en la alfombra del piso que comparten en Sant Adrià de Besós. La familia aprovecha todas las habitaciones del apartamento. A menudo también el comedor se utiliza como dormitorio.
Muchos de los que trabajan o trabajaron como manteros llegaron a través de las islas Canarias. Algunos se arrepienten de haber dejado su país, porque al llegar aquí vieron que la realidad no era la que habían imaginado. Y no regresan porque no quieren que sus familiares vean que no han conseguido sus objetivos. Otros ya tienen arraigo e incluso hijos.
Sindicato de Vendedores. Barcelona, febrero de 2016
Las primeras reuniones del Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes se celebraban en la Casa de la Solidaridad de Barcelona. Las asambleas al principio eran abiertas a todo el mundo; acudieron muchos medios de comunicación. Luego decidieron hacerlas en privado. Para crear el sindicato recibieron apoyo de entidades como el Espacio del Inmigrante, que les dio asesoramiento administrativo, político e intelectual sobre cómo iniciar su andadura.
Manifestación en Barcelona, mayo de 2016
En mayo de 2016 tuvo lugar una de las primeras grandes manifestaciones de los vendedores ambulantes en Barcelona. Pedían la libertad de uno de sus colegas, Sidil Moctar, que había sido arrestado junto a otro compañero y acusado de agresión por la Guardia Urbana. Hay un vídeo que mostraba cómo Sidil daba a un agente con una rama. Pero ese vídeo no mostraba que era una reacción a una agresión previa por parte de los agentes de la Guardia Urbana. En el momento de la manifestación, Sidil estaba en la cárcel Modelo de Barcelona —por entonces aún activa— en prisión preventiva. Luego salió la sentencia: fue declarado culpable y condenado a cinco años de cárcel.
Protesta ante el CIE, enero de 2016
En enero de 2016 se llevó a cabo una protesta simbólica frente al CIE de Barcelona, que en aquel momento estaba cerrado por remodelaciones. Se hizo una especie de juicio público a los CIEs en el que participaron personas de diferentes ámbitos: abogados, activistas a favor de los derechos humanos, asociaciones y también el Sindicato de Vendedores Ambulantes. Los CIEs son lugares totalmente opacos. Las condiciones a menudo son deplorables. El Ayuntamiento de Barcelona emitió una orden de precinto del CIE de Barcelona, pero sigue abierto.
Ndiaw. Agosto de 2016
Esta fotografía muestra a Ndiaw, uno de los vendedores ambulantes, después de ser operado de una fractura de tobillo por un golpe de porra de la Guardia Urbana en la Plaza de Cataluña en 2016. Tras la operación, tuvo que hacer rehabilitación.
Algunos manteros denuncian la violencia que sufren, pero algunos prefieren no hacerlo por miedo a las consecuencias que ello pueda acarrear.
Esta imagen está sacada cinco días después de la anterior, durante la recuperación de Ndiaw en el piso de Barcelona en el que se quedaba. Después tuvo un brote psicótico. Los procesos migratorios tienen una importante carga emocional y psicológica, y la salud mental acostumbra a olvidarse. Solo vemos la fachada, la venta ambulante, pero detrás hay personas que han pasado por una odisea y que se han enfrentado a situaciones difíciles. ¿Qué pasa por sus cabezas? Ndiaw está hoy en paradero desconocido.
Paseo de Gracia, Barcelona, abril de 2016
Esta foto la tomé en la estación de metro de Paseo de Gracia, otro de los puntos en que los manteros venden su mercancía. Estaban allí esperando a que no hubiera Guardia Urbana para salir, y mientras tanto aprovechaban para vender lo que pudieran. Uno de ellos colocó momentáneamente las zapatillas deportivas en las escaleras, como si fuera un escaparate.