—Llevan veinte años negociando con todos los actores armados para que no les maten y para que no les vuelvan a expulsar de su territorio. Y ahora les están mandando cartas a cada uno de ellos para alcanzar lo que llamamos Acuerdos Humanitarios Globales. Y todo eso, aislados en medio de la selva. Los habitantes de Nueva Vida y de Nueva Esperanza saben bien lo duro que es vivir en guerra y lo que cuesta alcanzar la paz.
El defensor de derechos humanos Javier Rosero, de la Comisión Intereclesial Justicia y Paz, presenta así a estas dos comunidades en las que trabaja desde hace años. Entonces se sube a la barca y se sume en el denso silencio que envuelve a la veintena de ocupantes.
El motor ruge y el patrón, un joven fibroso y desganado, pone rumbo, exactamente, al punto en…
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