Desde una porción de tierra pelada, Kalev Järvik recuerda el día en que podía caminar de un extremo al otro del Parque Natural de Haanja, en el sur de Estonia, bajo un techo de árboles, casi sin ver el cielo. Ya no es así.
Kalev, de 40 años, llegó a las tierras altas de Haanja hace más de diez años y desde entonces se ha dedicado a la carpintería y la ebanistería, igual que muchos de sus vecinos. Llegó aquí buscando la paz del bosque, los paseos entre abedules y pinos, la vida sencilla en este rincón de Estonia, uno de los países menos poblados de la UE (poco más de 1,3 millones de habitantes). Con esa mirada amable de los que no arrastran cargas, Kalev dice que no necesita mucho para vivir: solo conectar con la naturaleza. Pero ya no lo puede hacer como…
Contenido solo para socios/as
Otra forma de ver el mundo es posible. Si te haces ahora socio/a, tendrás acceso ilimitado a la web, y recibirás cada año nuestra revista en papel con más de 250 páginas y un libro de la colección Voces.
Suscríbete ahora