Los datos muestran un triángulo complejo: el planeta alberga ya a más de 8.000 millones de personas; la mayoría de estas personas vive en ciudades —una tendencia que se prevé siga aumentando—, y las ciudades son el mayor foco de emisión de gases de efecto invernadero. Contempladas tradicionalmente como parte del problema, las ciudades tienen también un papel clave a la hora de combatir la crisis climática y adaptarse a sus efectos.
«Deberían desempeñar un papel mucho más importante en el diseño, implementación y revisión de los planes de acción climática nacional», dice Ricardo Martínez, investigador sénior del programa Ciudades Globales de CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs). Martínez ha viajado esta semana a la Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) que se celebra en la localidad egipcia de Sharm el Sheij y en la que CIDOB es organización observadora. En esta cita, que sucede a la de Glasgow el año pasado, la cuestión de la adaptación al cambio climático —y las maneras de financiar esta adaptación, especialmente para los países más vulnerables— está en el centro de la agenda.
Según Martínez, si las ciudades tuvieran acceso a la financiación necesaria, podrían desbloquear «acciones transformadoras» a nivel local. Hablamos con el investigador para abordar las expectativas de la COP27, qué supone esta cita en la carrera hacia la adaptación y qué lugar ocupan las ciudades en la lucha contra la emergencia climática.
Cuando hablamos de crisis climática y sus soluciones, ponemos casi siempre la vista en gobiernos nacionales o corporaciones. Sin embargo, muchas de las soluciones están determinadas por las actuaciones a nivel local. ¿Cuál es el papel de las ciudades en la lucha contra la crisis climática?
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