Actúan de noche y están rodeados de tabúes y supersticiones, pero su presencia es clave para preservar los amenazados bosques en Madagascar: los murciélagos, esos pequeños animales voladores, desempeñan un papel fundamental a la hora de frenar el retroceso forestal en esta isla africana que alberga una riqueza natural extraordinaria.
Ubicada en el océano Índico, frente a la costa sur del continente africano, Madagascar figura en el quinto lugar de los países con más biodiversidad del mundo: el 90 por ciento de sus plantas y el 70 por ciento de su fauna no se encuentran en ningún otro lugar del planeta. Esta exuberancia biológica se encuentra gravemente amenazada por el rápido retroceso de sus bosques, en un escenario de elevadísima pobreza y desnutrición. A esto se suma una elevada presión demográfica, con una población que en dos décadas se ha casi duplicado hasta llegar a los cerca de 29 millones de habitantes. Una enorme parte de la población de Madagascar depende del arroz para su supervivencia: es su principal alimento y para obtenerlo deforestan enormes áreas de valioso bosque para crear nuevas tierras agrícolas, especialmente cuando las antiguas quedan arrasadas por plagas.
“Todo lo que se pierde allí es muy valioso”, dice el fotógrafo y biólogo Joan de la Malla, que ha documentado en diversos proyectos la presencia y comportamiento de los murciélagos en la isla. Al detectar que cada vez estaban más presentes en las aldeas, Joan de la Malla, junto con el investigador Adrià López-Baucells, del Museo de Ciencias Naturales de Granollers, obtuvo una beca para profundizar y documentar específicamente este aspecto y la convivencia de estos animales con los humanos.
“Los murciélagos insectívoros tienen un papel muy, muy importante en el control de las plagas. Viven en comunidades de miles de individuos y se pasan la noche cazando; hay especies de murciélagos en las que cada individuo puede comer hasta más de mil insectos por noche“, explica el fotógrafo.
Hasta hace relativamente poco esto sucedía de forma natural, sin que hubiera un escenario de coexistencia con humanos. Pero ahora, con el retroceso de los bosques y la pérdida de su hábitat natural, los murciélagos buscan refugio en otros lugares y cada vez hay más encuentros con la población local. En muchos lugares eso ocasiona nuevos y complicados escenarios de coexistencia, que van desde el aprovechamiento del guano como abono a matanzas de colonias enteras por las molestias que causan o por pura superstición.
Además del papel de guardián de las cosechas que desempeñan los murciélagos insectívoros, hay otro tipo de murciélagos, los conocidos como zorros voladores malgaches, que se alimentan de fruta y tienen a su vez un papel clave en la expansión de los bosques, pues diseminan a gran distancia las semillas de las frutas de las que se alimentan. Sin embargo, estas especies son ampliamente cazadas para su consumo en muchos lugares de la isla.
En este recorrido visual comentado por el propio Joan de la Malla, profundizamos en el papel de los murciélagos en Madagascar y su compleja relación con los humanos.
Madagascar es uno de los países que más arroz per cápita consume del mundo. Esta imagen está tomada cerca de Ivontaka, en el noreste de la isla. Busca ilustrar el concepto del arroz como forma de vida: la población malgache depende de este cultivo para subsistir. Este es un campo relativamente pequeño: del mismo modo que en el Sudeste Asiático se ven extensiones interminables de palma para obtener aceite, en Madagascar se ven inmensidades de campos de arroz. En algunos casos están muy dañados por las plagas o totalmente abandonados.
Las plagas son uno de los grandes problemas en los cultivos del arroz del que depende la población. A veces se llega a perder hasta el 70 por ciento de las cosechas por el efecto de los insectos, muy habituales en Madagascar. En la foto de la izquierda, una chica nos está enseñando a Adrià López-Baucells y a mí las orugas que ha encontrado comiendo tallos en su campo de arroz.
A la derecha aparece un murciélago patrullando sobre un cultivo en busca de insectos que devorar. Un solo murciélago puede llegar a comer hasta mil insectos en una noche, y acostumbran a vivir en comunidades de cientos o miles de individuos. La foto la tomamos de noche con una barrera de infrarrojos y cuatro flashes en un campo de arroz, con la cámara bastante baja para mostrar las espigas dentro del agua y a un murciélago que, como suelen hacer estos animales, vuela a un palmo de altura del arroz, en busca de insectos. Van dando vueltas siguiendo un patrón de búsqueda.
Aquí vemos una población muy pequeña cerca del Parque Nacional de Ranomafana. Lo que hacen es deforestar la ladera de la montaña, donde todavía había bosque, para plantar. Es la práctica conocida como roza, tumba y quema: primero quemas, luego arrastras lo que queda y luego plantas el nuevo cultivo. Esto degrada los ya muy dañados bosques malgaches para la creación de nuevas tierras agrícolas a fin de plantar arroz. Incendiar es la práctica estándar. Se hace por necesidad, por subsistencia, no por intereses económicos.
En la tradición malgache existen numerosas supersticiones contra los murciélagos. Cuando estos animales vivían alejados de los humanos no había mucho problema, pero ahora que tienen más presencia en las aldeas estas supersticiones llevan a la matanza de muchos de ellos. Esta fotografía muestra a un hombre que sostiene los cuerpos sin vida de varios murciélagos insectívoros; estaban en el tejado de su casa y él mismo los mató de un golpe con una escoba.
Durante el día, cuando duermen en grupos de cientos, es fácil matar a muchos de un solo golpe. Son muy pequeños, las alas los hacen parecer más grandes pero pueden pesar solo 20 ó 30 gramos. La vida media de muchos murciélagos es de décadas y su natalidad es, en muchos casos, de solo una cría al año, así que las colonias dañadas tardan décadas en recuperarse. Con su muerte se pierden también los servicios ecosistémicos que proporcionan y eso tiene como consecuencia peores cultivos, más desnutrición y la necesidad de deforestar nuevas áreas de bosque, con los perjuicios que esto supone para la población y para el patrimonio natural del país.
A medida que los bosques retroceden y las aldeas y comunidades aumentan, los murciélagos ven comprometidos los lugares donde vivían. Ya no quedan suficientes bosques. Se ha comprobado que los murciélagos no utilizan los techos tradicionales de las aldeas para refugiarse, pero sienten gran predilección por los techos modernos de chapa. Debajo de ellos encuentran un refugio adecuado a sus necesidades.
Esta foto es una imagen aérea de una comunidad cercana a la aldea Kelilalina, en el centro-este de Madagascar, donde todos los tejados, excepto uno, están elaborados con artes tradicionales. Quería mostrar la llegada de los nuevos techos de chapa como novedad ante las construcciones tradicionales. Vimos aldeas con colegios levantados por oenegés, con techos de chapa, que habían quedado inutilizables al haber sido absolutamente colonizados por grandes colonias de murciélagos.
Aquí vemos a un grupo de murciélagos (Mormopterus jugularis) que durante el día han encontrado refugio bajo el moderno techo de chapa de una casa en la aldea de Kelilalina. Está muy cerca de la comunidad de la foto anterior, pero aquí entre el 20 y el 30 por ciento de los tejados ya son de chapa. Bajo uno de ellos, entre el doble techo y la estructura, se refugiaban de día todos estos murciélagos.
Esta imagen muestra a Michael, un niño que vive en una de las pequeñas aldeas limítrofes con el Parque Nacional de Ranomafana, vestido con una sudadera de Batman, en la entrada de su casa. Madagascar tiene un crecimiento demográfico muy elevado y la mayoría de la población está compuesta por niños y niñas o gente muy joven. Se dirigen hacia una densidad de población insostenible para los recursos del país.
El guano [los excrementos de los murciélagos] es un excelente abono. Fruto de los nuevos escenarios de coexistencia, en algunas comunidades han aprendido a sacar provecho de la convivencia con los murciélagos. En la foto de la izquierda, Fabrice utiliza el guano recolectado bajo el techo de su casa para abonar su campo de arroz. A la derecha vemos un almacén de guano, con sacos listos para exportarse a Europa.
La obtención de guano de las cuevas de murciélagos es un negocio que mueve mucho dinero. Se exportan miles de toneladas, principalmente a Europa. La extracción responsable de guano puede ser una alternativa económica para las comunidades locales y al mismo tiempo poner en valor a los murciélagos y fomentar su protección. Pero, a menudo, esta extracción no se hace de forma sostenible ni justa con las comunidades locales, que reciben muy poco dinero mientras las empresas exportadoras se lucran. En el suroeste de la isla, los representantes de las empresas van a comunidades remotas, les dejan sacos vacíos y vuelven a por ellos en unos días. Pagan muy poco por saco y las comunidades locales —algunas muy remotas de cazadores recolectores— recolectan así, sin control ni asesoramiento, el guano en las cuevas. La recolección debería hacerse de forma sostenible para no dañar el ecosistema de las cuevas ni molestar a los murciélagos mientras descansan.
Un murciélago (Mormopteros jugularis) abandona el tejado de chapa en el que vive en Kelilalina y remonta el vuelo entre las calles del pueblo, de camino a los campos de arroz que rodean el lugar. Para conseguir esta foto estudiamos la vía de salida de los murciélagos que estaban bajo el techo metálico de una casa vecina —la que aparece con un grupo de murciélagos refugiados unas fotos más arriba—. Utilizamos una barrera de infrarrojos, disparada por el murciélago al pasar por delante, porque no hay iluminación en el pueblo; toda la que aparece está creada gracias al flash. Observamos su patrón de salida y planificamos la imagen. Nos llevó muchas horas.
En esta imagen se ve cómo los investigadores Adrià López-Baucells y el malgache Tafita Tojosoa ponen una red para la captura y el estudio de los murciélagos en los alrededores de Ranomafana, mientras varias mujeres hacen la colada al fondo. El objetivo es comprender mejor la interacción de los murciélagos con las comunidades locales. Estas redes se han de colocar en lugares muy estratégicos para que estos animales caigan. La red cruza el río porque los murciélagos usan canales naturales como este para desplazarse; les es más fácil que hacerlo entre la vegetación. Es un buen sitio para atrapar algunos ejemplares.
Cuando capturan a los murciélagos los miden, como se ve en esta imagen; los pesan, miran si son machos o hembras, si tienen enfermedades, parásitos… Sacan varios datos en función del objetivo de cada estudio. Estudiar la ecología de los murciélagos y su relación con los ecosistemas y con las comunidades locales ha aportado informaciones valiosas para gestionar la coexistencia entre ambas especies.
Gracias a los resultados de estos estudios y a la recolección de fondos, se ha puesto en marcha un protocolo que consiste en instalar cajas-refugio para murciélagos cerca de los cultivos de arroz, como la que vemos en esta fotografía. Esto ofrece cobijo a los murciélagos y los mantiene cerca de su zona de caza. Así optimizan los servicios ecosistémicos que proporcionan y facilitan la recolección de guano por parte de la población local. Además, mantiene a los murciélagos fuera de los núcleos poblados.
Además de los insectívoros, en Madagascar encontramos murciélagos frugívoros conocidos como zorros voladores (Pteropus rufus), una especie endémica y en peligro de extinción. Son mucho más grandes que los otros y se desplazan decenas de kilómetros cada noche en busca de árboles con frutas de las que alimentarse. Esta imagen es un retrato de uno de ellos mientras come un mango.
Esta especie de murciélagos no se parece a los insectívoros ni en tamaño, ni en forma, ni en comportamiento. Ambos tipos son muy sociables, pero estos no se orientan por ecolocalización [la utilización de ondas sonoras para ubicar objetos, en un sistema similar al de un sonar], sino que se guían por el olfato para encontrar frutas y orientarse.
Filippe es un aldeano que vive en las afueras de Mahajanga, en el norte de la isla. Subsiste principalmente gracias a sus cultivos, pero también caza zorros voladores cuando pasan en migración cerca de donde habita. A diferencia de los murciélagos insectívoros, los zorros voladores son consumidos como alimento por los habitantes de muchas regiones del país.
Existen varias estrategias de caza para atraparlos. La más común consiste en poner grandes redes cerca de árboles con frutas a los que los animales acuden. Las redes deben estar a bastante altura, como a unos veinte metros, y tensarse entre dos árboles. Los zorros voladores tienen una capacidad de detección mucho más pobre que la de los insectívoros —estos últimos tienen un nivel de precisión en la ecolocalización brutal y es difícil engañarlos— y caen de una forma relativamente fácil en las redes. En una buena noche, Filippe puede capturar dos o tres murciélagos.
Al día siguiente los mete en un cesto como el que aparece en esta fotografía y los lleva al mercado, aún vivos. Los compradores eligen los zorros voladores que van a comprar como si fueran gallinas; hay quien se los lleva vivos y luego los matan en casa ellos mismos, y hay quien prefiere comprarlos muertos. En esos casos, la vendedora los mata dándoles un golpe con un bastón en la cabeza. En la imagen aparece una vendedora con un zorro volador en el mercado de Mahajanga.
Esta imagen muestra el siguiente paso: los zorros voladores comprados en el mercado de Mahajanga son cocinados. En este caso están siendo preparados en el patio de Agathe, una mujer dueña de una pequeña tienda. El zorro volador no es una comida de subsistencia, es moderadamente un lujo. No todo el mundo en Madagascar tiene acceso a la carne; el simple hecho de ir a un mercado a comprarla ya es un lujo.
En la foto de la izquierda aparece Agathe degustando un ala del zorro volador que se acaba de cocinar en su casa. A la derecha, un guiso de murciélago servido en un hotel de Antananarivo, capital de Madagascar; el precio de este plato está fuera del alcance de la mayoría de la población. Existe una cierta industria de comercio y transporte de los murciélagos de la fruta para su consumo en otros lugares de la isla.
Esta fotografía recoge un momento en que niños y niñas de una escuela de Kelilalina aprenden sobre los murciélagos. Están viendo el libro Stelaluna —un cuento sobre estos animales— y comentando características y cosas de la vida de los murciélagos, guiados por la profesora.
Esto era parte de una iniciativa que trata de evitar la perpetuación de los tabúes alrededor de estos animales: se hablaba con los maestros de algunas escuelas, se les contaba la importancia de saber más sobre los murciélagos y se les daba una pequeña formación para que la trasladaran a los niños y niñas.
Esta imagen muestra a cientos de zorros voladores abandonando sus lugares de descanso al anochecer para desplazarse hacia los bosques con árboles frutales en los que se alimentan. Se mueven en grupos de cientos o miles, de árbol en árbol, comiendo y desplazándose a la siguiente zona. Desempeñan un papel crucial en la diseminación de semillas y ayudan considerablemente a reforestar los amenazados bosques malgaches.