Vivía en Katmandú cuando un terremoto de 7,8 grados en la escala Richter redujo a escombros parte de Nepal. Minutos después del temblor, el fotoperiodista Omar Havana recorría las calles para capturar en imágenes un desastre que dejó casi 9.000 muertos, más de 22.000 heridos y medio millón de hogares derruidos.
Sus fotografías de las labores de rescate en los primeros momentos de la catástrofe se publicaron en cientos de medios de todo el mundo. Pero no fue la destrucción lo que más le impresionó, sino la resistencia y el espíritu con el que los nepalíes se unieron para reconstruir su país. Mientras las ayudas gubernamentales se decidían con lentitud exasperante, los ciudadanos dejaron de lado castas y apellidos para tirar juntos del carro de la reconstrucción. Casa a casa, ladrillo a ladrillo.
En los meses siguientes Omar Havana viajó por Nepal para construir un relato que ahonda en el lado más humano de la catástrofe, en las historias detrás de las fotos y la sonrisa que, pese a todo, mantienen los nepalíes. El resultado es Endurance, un libro de fotografía en colaboración con Foto Evidence que está muy cerca de alcanzar su objetivo de financiación en una campaña internacional de micromecenazgo. “El proyecto nace un poco de la frustración. Durante las dos primeras semanas Nepal estaba en todos los medios. Y, de repente, desaparece”, lamenta.
Nos detenemos en algunas de esas fotos para recorrer, a través de comentarios del propio Havana, la destrucción y voluntad de reconstrucción de un país que, afirma, “ha dado una lección de vida”.
1. Una mujer llora al identificar el cuerpo de su madre, fallecida durante el terremoto que sacudió el país. Bhaktapur, Nepal, 26 abril 2015.
Durante los días posteriores al seísmo, la gente pasaba horas buscando a familiares supervivientes en hospitales y clínicas locales. Las comunicaciones estaban cortadas y eso hacía casi imposible comprobar si los familiares en distintos puntos de Nepal estaban bien.
Esta foto es del segundo día tras el terremoto. Es Bhaktapur, una población a unos diez kilómetros de Katmandú. Salimos para cubrir las cremaciones y de pronto llegamos a un hospital al que llegaban cadáveres y cadáveres. Allí había una mujer: cada vez que llegaba un cadáver, ella le retiraba la manta porque estaba buscando a su madre. Mientras estaba allí, llegó un cuerpo más envuelto en una manta. La levantó y era su madre.
Al sacar la foto, en cierto modo la cámara te protege: parece que a través del visor te puedes aislar de lo que está pasando. Pero cuando la mujer descubrió a la madre, empezó a gritar en nepalí: “¡Ama, ama, ama!” (madre, madre, madre). Y del sonido no hay forma de protegerte. Cuando oyes eso, tiras la cámara y te tienes que apartar.
2. Una estatua de Buda está rodeada de los escombros de un templo derruido en la localidad de Bhaktapur, catalogada como patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Bhaktapur, Nepal, 26 abril de 2015.
Esta es la imagen que va a ser portada del libro por el simbolismo que tiene. La estatua es lo único que ha quedado en pie en esta zona. Está rodeada de escombros. Al verla, pensé en su significado como símbolo budista, pero solo cobró sentido un mes después. Estaba en París en unas conferencias acerca de Nepal y me llamó Bernardo Bertolucci. Me dijo que iba a organizar un evento en Roma para recaudar fondos para Bhaktapur y que tenía que utilizar esa foto para el evento, porque explicaba simbólicamente el terremoto.
“Mira, está sonriendo”, me dijo. Fue él quien hizo que me diera cuenta de la sonrisa de Buda. Cuando saqué la foto, el segundo día, mi cabeza estaba en otro lado. Solo intentaba hacer mi trabajo lo mejor posible y no prestaba atención al detalle, porque intentas no involucrarte demasiado personalmente. La foto explica Nepal, la destrucción, la religión. Esta es la sonrisa que encontré en cada esquina de Nepal.
3. Un grupo de hombres tira de una cuerda atada al tejado de un edificio dañado para derribarlo, en una plaza en la que prácticamente todas las casas quedaron destruidas. Bhaktapur, Nepal, 4 de julio de 2015.
La foto muestra a gente tirando de una cuerda atada al edificio destruido. En aquella plaza, había más de treinta casas derruidas. No se sabe cuánta gente murió.
El 25 de junio, la comunidad internacional organizó una conferencia de donantes en Nepal. Se recaudaron 4.000 millones de dólares para la reconstrucción, pero la gente no se quedó esperando a la ayuda. El monzón estaba llegando, y la lluvia iba a hacer que los edificios dañados se deteriorasen aún más. Se jugaban la vida en caso de derrumbe. Por eso, antes del monzón utilizaban cuerdas para tumbar los edificios. Las ataban a vigas de madera y, todos juntos, tiraban de ellas. Edificio tras edificio. No vi labores oficiales de demolición. Vi a la gente en la calle, día y noche, derribando edificios todos a una. Hasta el nepalí que trabajaba conmigo se unió a la tarea. Esta foto habla de la unión del pueblo nepalí. Tardaron tres o cuatro horas en derribarla. Luego pararon y me ofrecieron un té.
4 . Un niño cruza una plaza arrasada por el terremoto de camino a la escuela. Bhaktapur, Nepal, 4 julio 2015.
Esta es la misma plaza en la que estaban demoliendo las casas. Un niño va andando por lo que recuerda a una zona de guerra, con su mochila, cruzando la plaza para ir al colegio. Más de un millón de niños se vieron afectados por el terremoto, y las escuelas reabrieron el 31 de mayo. La vida sigue: la reconstrucción no se hace con ladrillos, sino con educación.
En esta plaza, un día encontré a un señor que salía de un hueco de unos cincuenta centímetros en un edificio dañado de unas cuatro plantas. Me fui corriendo hacia él. “¡Estás loco, ahí no te puedes meter!”, le dije. Y me respondió: “Esta era mi casa. La he perdido, y he perdido a miembros de mi familia. Me meto aquí para recuperar los libros para mi hijo, porque no tengo dinero para comprarlos”.
5. Una fotografía de Parbati Prajapati, fallecida durante el terremoto, cuelga en la pared de la casa familiar. Bhaktapur, 20 julio 2015
Esta foto se podría haber tomado en cualquier sitio. Lo importante es la historia que hay detrás.
El día del terremoto, Pawn estaba con su madre, Parbati Prajapati, en casa. El seísmo destruyó el edificio totalmente. El instinto de la madre hizo que abrazara a su hijo de quince años para protegerlo con su cuerpo. La casa cayó y quedaron sepultados. Siete horas más tarde, encontraron a los dos. La madre estaba muerta y su cadáver seguía abrazado al cuerpo de su hijo, que estaba vivo.
Pawn tenía las dos piernas descarnadas, con heridas muy profundas. “El amor de mi madre me salvó la vida”, dijo. Yo lo veía siempre sentado en una cama, rodeado de sus familiares, que le cuidaban y le daban masajes.
Su tía me llevó a otra habitación, me mostró la foto colgada en la pared y me dijo: “Es lo único que queda de ella. Ella es la heroína de la familia”.
Hoy, Pawn, fanático del Real Madrid, sigue yendo a la escuela. Saca buenas notas y quiere ser ingeniero.