Hay un grupo ecologista en Zuara, en la costa de Libia. ¿Sorprendente? También hay gimnasios para mujeres —dicen que cuatro o cinco—, un club de kitesurf y una casa ocupada donde los jóvenes hacen lo mismo que los de la orilla opuesta del Mediterráneo. La extrañeza con la que se procesa esta información probablemente se deba a la imagen distorsionada e incompleta que siempre hemos tenido de Libia. O a que son brochazos de color que no corresponden a un país “islámico”, y menos si este está en guerra.
Siendo justos, a simple vista nada en Zuara, cerca de la frontera tunecina, invita a pensar que haya vida más allá de la mera supervivencia. Basta darse una vuelta por la avenida principal, donde cafetines que sirven en vasos de papel y tiendas de carcasas para móviles pierden a sus clientes entre la arena y el…
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