Duró poco el silencio de la mañana. A través de la ventana entra el sonido de las cacerolas. En Caracas hay mucha gente golpeando su olla la mañana siguiente de la proclamación oficial de la victoria de Nicolás Maduro. Las protestas se suceden y la temperatura política sube. Nadie sabe cuál es el rumbo de esa rabia.
Habían pasado solo ocho minutos de la medianoche cuando el titular del Consejo Nacional Electoral anunció los resultados de las elecciones: Nicolás Maduro Moros, con el 51,2% de los votos, electo presidente de Venezuela. En segundo lugar, con el 44,2%, el candidato de la oposición, Edmundo González Urrutia. Así las cosas, Maduro empezará en enero de 2025 su tercer mandato consecutivo, que lo llevará a estar 18 años en el poder. Una hora después del anuncio, a la 1:07 AM, María Corina Machado, principal líder opositora y madrina de la candidatura de González Urrutia, enfrentó las cámaras y denunció fraude. “Hemos ganado nosotros con más del 70% de los votos”, dijo, y declaró que comenzaba la batalla final.
¿Es posible que haya ganado Nicolás Maduro? ¿Puede haber sido todo esto que vimos en los últimos días —las encuestas que anunciaban 20 o 30 puntos de ventaja para la oposición, el fervor de fin de era que anunciaban las redes sociales— una burbuja de malentendidos?
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Domingo 28 de julio, 11:53 del mediodía. Día de la elección. El liceo Andrés Bello, en el casco histórico de Caracas, es uno de los centros de votación más grandes de la capital venezolana. Votarán allí más de 11.000 personas. Por su ubicación, cerca del Palacio de Miraflores, y por ser de los primeros edificios construidos por la gestión de Chávez en su famosa Misión Vivienda (el programa que entregó departamentos a familias humildes), es una sede históricamente chavista. En la fachada tiene un fresco que conmemora la batalla de Stalingrado, y a su lado un mural con la imágen de Hugo Chávez Frías junto a la hoz y el martillo. Allí hay una fila enorme de gente esperando para votar.
Una señora llega caminando con una banqueta plegable de plástico bajo el brazo y un libro en la bolsa. Está leyendo un manual de autoayuda mientras aguarda su turno. “Hay mucha alegría, hay mucho entusiasmo, hay mucha expectativa. Estamos tranquilos de que vamos a ganar, de que el cambio va a ganar hoy”, dice. Delante de ella, un hombre se da vuelta y le sonríe, adhiriendo a su declaración. Una tanda rápida de preguntas a diez personas a lo largo de la fila arrojará un resultado contundente: ocho votan por el cambio, dos por la continuidad.
La jornada arrancó temprano. La primera mesa de votación abrió a las 6 de la mañana. En el liceo Andres Bello todo viene en calma hasta que comienzan a llegar las motos. Lo registro con mi teléfono. Es un video tomado a las 12:03 exactas y muestra el momento en que los motorizados llegan al lugar.
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