La tentación es decir que lo que pasó el 6 de enero de 2021 es impropio de Estados Unidos. Que fue una escena típica de un país donde la democracia no está consolidada. Pero el asalto al Capitolio de una turba de seguidores de Trump para intentar impedir la ratificación de la victoria de Biden estuvo llena de símbolos norteamericanos. Fue una escena estadounidense. No fue un chispazo, sino la culminación de un programa político de extrema derecha, de una carrera de fondo para socavar el consenso democrático, de un virus incubado desde dentro que se mostró al mundo con toda su fuerza destructiva.
Este es un relato de imágenes de lo que ha sucedido.
El Congreso se prepara para confirmar la victoria del presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, algo que acostumbra a ser un mero trámite sin casi cobertura mediática. Pero miles de personas azuzadas por el presidente saliente, Donald Trump, se han reunido en Washington para darle apoyo. Gritan que las elecciones han sido un fraude. Quieren que Trump siga en la Casa Blanca. Antes, Trump había dado un discurso en la misma Washington insistiendo en sus teorías conspirativas y espoleando a sus seguidores.
Los alborotadores lograron penetrar en el Capitolio, el corazón del poder popular de Estados Unidos, con relativa facilidad. En otras marchas o manifestaciones de diferente signo, es habitual ver grandes dispositivos de seguridad y agentes bien armados, incluso agresivos. En esta fotografía vemos cómo los trumpistas se deshacen de una valla instalada por agentes, algunos de los cuales llevan inocentes cascos de bicicleta.
Los partidarios de Trump escalan triunfantes el muro oeste del Capitolio. Llamar golpe a lo sucedido el 6 de enero no sería preciso, porque las masas no esperaban tomar el poder, sino interrumpir y perturbar un proceso democrático. No había un plan de derrocamiento: el asalto y su escenificación eran el plan en sí mismo. Esta es una de las imágenes más vívidas de ello.
Agentes apuntan con sus pistolas a los insurgentes trumpistas que intentan penetrar en la Cámara de Representantes. Durante el asalto, una mujer murió a causa de un disparo y otras tres personas fallecieron por “urgencias médicas” en las instalaciones del Capitolio, según las autoridades locales de Washington.
Están ya dentro del Capitolio, a la entrada del Senado. Ahí vemos al hombre vestido de bisonte que acaparó muchas de las imágenes. No es su primera aparición pública: se trata de un seguidor de Trump que se hace llamar el chamán de Q, por QAnon, el movimiento que enarbola la conocida teoría de la conspiración ultraderechista según la cual Trump se enfrenta, en solitario, al “Estado profundo”. Victimismo ejercido desde el privilegio.
La Policía del Capitolio hace una barricada y apunta con sus armas a los seguidores de Trump que quieren irrumpir en la Cámara de Representantes.
La Policía apunta con sus armas a un grupo de asaltantes cerca de la entrada a la Cámara de Representantes. Durante el asalto fueron heridos catorce agentes, según la Policía de Washington, y hubo al menos 52 arrestos.
Ante la irrupción, algunas personas se escondieron en las gradas de la Cámara de Representantes. Los congresistas y senadores fueron evacuados del Capitolio por seguridad, entre ellos la propia presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi, el vicepresidente estadounidense, Mike Pence, y la futura vicepresidenta, Kamala Harris.
Segunda planta del edificio del Capitolio, cerca de la entrada al Senado. Este asaltante ya ha superado todas las barreras de seguridad. Lleva la bandera confederada, una de las favoritas de los grupos supremacistas blancos.
Ataviado también con pieles y con un escudo policial como souvenir, este seguidor de Trump se toma un descanso en medio de la insurrección para saborear el momento.
Fuera del Capitolio, una turba destroza equipamiento audiovisual de periodistas que informaban sobre el asalto. Los medios de comunicación —o fake news media, como los llama el presidente saliente— son uno de los principales objetivos de la propaganda trumpista.
Las fuerzas de seguridad lograron finalmente dispersar a los asaltantes del edificio. Los miembros de la Cámara de Representantes y los senadores evacuados volvieron horas más tarde al Congreso para reanudar la sesión que confirmó la victoria electoral de Joe Biden, cuya ceremonia de investidura está prevista para el 20 de enero.
Algunos republicanos que tenían previsto oponerse a los resultados oficiales del Colegio Electoral cambiaron de idea tras el asalto al Capitolio y decidieron ratificarlos. Quizá ese sea el interrogante más interesante que se abre ahora: si demócratas y republicanos cerrarán filas para proteger el consenso democrático o si el asalto conseguirá abrir otra falla en la derecha norteamericana y será útil para consolidar las teorías de la conspiración —y, una vez más, para agrandar la figura de Trump entre parte de la población. Otra de las incógnitas es si se intentará activar, como muchas voces reclaman, la enmienda 25 de la Constitución, que permite la destitución inmediata de un presidente si es incapaz de cumplir con sus deberes. ¿Es una medida necesaria o sería echar gasolina al fuego? Ningún camino será fácil.