Kamala Harris ríe abiertamente. No es esa sonrisa de ojos entrecerrados, un poco sarcástica, un poco planeada, con la que ha escuchado a Donald Trump durante los primeros minutos del debate presidencial del 11 de septiembre; ahora ríe con una carcajada amplia, entre burlona y sorprendida, mientras escucha al expresidente decir que hay ciudades en Estados Unidos que han denunciado que los inmigrantes se comen a las mascotas, perros y gatos.
Esta frase, la de los inmigrantes que comen perros y gatos, lleva todo el sello de Trump. Es el tipo de declaración que la gente que ha estado en su entorno desde la primera campaña presidencial, en 2016, sabe que funcionará para que los medios hablen de él. Y sí: al día siguiente será la frase que dominará las redes sociales en referencia al debate presidencial. La fórmula, sin embargo, esta vez podría no tener el mismo efecto en la decisión de los votantes, por dos razones: la primera, porque Trump ya no es un candidato outsider de la política al que todo se le permite, sino un expresidente con una serie de casos penales en su contra. La segunda, porque Harris ha decidido que el antídoto contra Trump será convertirse en lo opuesto a lo que él representa: ante un discurso que confronta, acusa y resalta lo peor del país y quienes viven en él, la campaña Harris ha optado por un mensaje de good vibes only: una campaña impregnada de alegría.
Existe en Estados Unidos un término utilizado para referirse a la resistencia y la resiliencia de las comunidades afroamericanas a lo largo de la historia: black joy, la alegría de las personas negras. “La vida impone a todos retos, decepciones, pérdidas y dificultades inesperadas, sin importar nuestra raza. Pero cuando el factor racial se agrega a la fórmula, la situación se complica exponencialmente”, explica Elaine Nichols, activista, curadora e historiadora de la cultura afroamericana. “Vivir en un mundo que las devalúa porque son negras o morenas minimiza sus contribuciones a la sociedad. La alegría de las personas negras ha sido un arma efectiva que les ha permitido cambiar las narrativas y los eventos negativos a su favor”. O como lo describió la escritora Tracey Lewis-Giggetts: “Una alegría que ningún hombre blanco te puede robar”.
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